La comunidad cristiana se descubre a sí misma como expresiónsacramental y concreta de la fraternidad a la que aspiran los gruposhumanos. No representa, pues, un modo depurado de clasismo ni es, porsupuesto, un privilegio o una forma de pureza que aísla de lastentaciones y peligros del mundo a los perfectos.Quienes se consagran a vivir en común pretenden mostrar, con temor ytemblor, que gracias al Espíritu de Cristo se pueden vivir losconsejos evangélicos con sentido y fecundidad. Nada atrae tanto comouna vida compartida que salvaguarda la dignidad del próximo y haceposible la misión colectiva, que, por no pertenecer a nadie sino soloa Dios, atempera todo personalismo.La más sencilla comunidad cristiana tiene a su alcance, cuando se deja guiar por el Espíritu, la acogida de la diversidad, el respeto de los ritmos y la santificación de todos sus miembros.Cuando la Palabra se escucha en comunidad, cuando se comparte eltrabajo, cuando la casa, la amistad y el afecto brotan de los gozos ylas preocupaciones que tejen la trama de la existencia, las personasdescubren como posible gustar ya el reinado del Padre de Je