En plena guerra de Crimea los soldados británicos eran heridos y morían por centenares. La mala situación de los hospitales británicos del campo de batalla impedía la posibilidad de recuperarse. A estas pocilgas infestadas de ratas y pulgas llegó una mujer de grandes convicciones, gran paciencia y una fuerza de voluntad de “hierro”. Cuando Florence Nightingale, “la dama de la farola”, apareció en escena, el modo de ejercer como enfermera cambió para siempre.