Sabe a Dios. Todo el libro rezuma un sabor divino hecho a lo humano que te cautiva. Cada capítulo, cada poema, cada estrofa, cada verso, cada trocito de prosa, dejan un regusto de belleza que solo puede venir de Él.
...el libro sigue un proceso muy pedagógico, eficaz y adecuado a la forma de aprender de la persona. En primer lugar, la verdad tiene que ser descubierta; después ha de integrarse en el esquema cognitivo propio para que pase a formar parte de nuestra propia existencia, lo que implica entregarnos a ella, hacerla señora de nuestra vida, y esto exige ciertamente lucha, bañada a veces con el sacrificio, única forma de obtener la victoria, la alegría, la paz; entonces la persona arde en deseos de saborear la conquista realzada, de emborracharse del gozo y optimismo que solo la vivencia de la Verdad puede proporcionar aquí, en la tierra; gozo y optimismo que llega a su cénit cuando se hace partícipes de ella a los que te rodean, en amistad y confidencia. Y entonces sí: entonces se vislumbra algo de lo que el ojo nunca puede llegar a ver, ni el oído a oír, ni la mente a entender: son los atisbos de Cielo, de Gloria, de Felicidad que Dios concede a los que le aman.
...la originalidad del procedimiento utilizado por la autora al alternar el verso con la prosa, de forma que al primero le confiere la misión de exponer muy bellamente la idea central que quiere transmitir, y a la segunda la encomienda la tarea de desarrollarla, ampliarla y sacar consecuencias prácticas para nuestra relación con el Creador. De esta forma, poesía y prosa se entreveran de modo que, al cumplir cada una con su función, queda más patente el mensaje que encierran los correspondientes apartados.
Del prólogo de José Bernardo Carrasco
