Preocupa la repercusión dolorosa y perturbadora que tiene la separación matrimonial en muchas personas, a las que la frustración aplasta y a quienes cuesta un triunfo remontar su hundimiento, sobre todo si este problema las sorprende repentinamente.
Desde hace unas décadas, la Iglesia católica reconoce que los matrimonios y las familias rotas constituyen un problema muy serio y preocupante; asimismo, se admite que la situación eclesial de los divorciados vueltos a casar es una realidad compleja y espinosa. Por eso el divorcio ha de ser abordado desde diferentes ángulos, procurando entenderlo desde quienes lo sufren, en muchos de los casos como víctimas. Los cristianos divorciados, y sobre todo los vueltos a casar, esperan de la Iglesia acogida, comprensión y un respetuoso discernimiento de su situación particular.