A los lectores de la Biblioteca de Patrística les es familiar la figura de Atanasio de Alejandría por sus obras La Encarnación del Verbo, Contra los paganos, Vida de Antonio. Las Epístolas a Serapión sobre el Espíritu Santo, que presentamos en este volumen, tienen una notable importancia desde un punto de vista histórico-dogmático.
En primer lugar, por la ocasión y motivo por los que fueron escritas; la refutación de una nueva herejía que negaba esta vez la divinidad del Espíritu Santo. Estamos en torno a los años 360. Los nuevos herejes eran los trópicos, así llamados por san Atanasio, que se servían de un peculiar modo de interpretar las Escrituras para presentar al Espíritu Santo como una criatura. Decían no ser arrianos, pero Atanasio sabe bien desenmasacar cuál es su matriz ideológica, que no era otra que el arrianismo.
En segundo lugar, la obra es importante por la refutación de los herejes, si bien no alcanzó la formulación positiva de proclamar la divinidad del Espíritu Santo, sino sólo la prueba de que no era una criatura. Pero si no estaba del lado de las criaturas, qué otra cosa podría ser sino Dios, tratándose de algo propio del Verbo, propio del Padre, propio de Dios.
Y en tercer lugar, por la elaboración de un amplísimo florilegio de textos bíblicos de ambos Testamentos referidos siempre al Espíritu Santo, basándose en criterios objetivos de interpretación de textos. Autores posteriores, como Basilio, Dídimo, Ambrosio y otros supieron aprovechar el estudio realizado por Atanasio.