La segunda parte del libro del Génesis nos presenta la historia de los grandes patriarcas, Abraham, Isaac, Jacob y José, transmisores de la fe en el Dios de la elección, de la promesa y de la salvación.
Tras la grandiosa revelación cósmica y universal de los primeros once capítulos, ahora la palabra de Dios se dirige a unos hombres y a un pueblo concretos del mundo. El lugar en el que Dios se revela no son ya los cielos y los éxtasis, sino la tierra y la descendencia del hombre. Las acciones del Señor se insertan en la tierra, se insertan en el tejido normal de la existencia y de las opciones humanas.
Estos capítulos son, por tanto, una cálida invitación a saber captar, en la continua aridez de los acontecimientos humanos en sus aspectos desconcertantes y gozosos, la mano de Dios que no deja nunca solos y abandonados a sí mismos a sus elegidos, a sus fieles.