GONZALEZ DE CARDEDAL, OLEGARIO
¿Es Dios una pregunta perenne inscrita en el corazón del hombre para la que éste busca respuesta o, por el contrario, es una respuesta que dan los creyentes aunque no exista previamente ninguna pregunta, espera o deseo en el corazón humano?
La historia es una suma de preguntas de filósofos y de testimonios de creyentes que, juntos, han llegado hasta nosotros. Pero ¿y si en realidad es Dios quien pregunta al hombre: «Adán, ¿dónde estás?» (Gn 3, 9)? ¿Y si nuestra preocupación fundamental fuera la de conocer las condiciones que permiten oír su voz y responderle?
Hablar de Dios constituye una necesidad y un atrevimiento, porque Él es un exceso infinito que se ha revelado en el exceso del amor creador y en el exceso de la solidaridad, hasta asumir nuestra condición de seres finitos y soportar nuestra violencia, haciendo de su muerte en cruz súplica, perdón e intercesión por nosotros. En la faz de Cristo aparece la gloria humilde de Dios y la vocación gloriosa del hombre.