Mirados desde nuestra coyuntura histórica -así razonan algunos-, los salmos son viejos: de veinticinco a treinta siglos. ¿Se pueden actualizar?, ¿vale la pena? Mirados desde nuestra cultura tecnológica -así insisten otros-, los salmos resultan agrarios, primitivos.... ¿No sería más práctico componer unos nuevos? Mirados desde nuestra fe en Cristo y nuestra esperanza de resurrección -así lo reconocen todos-, los salmos son Antiguo Testamento. Pero la poesía puede ser contemporánea a través de generaciones. La cultura diversa no es un recinto impenetrable. La misma tradición de la Iglesia nos enseña a escuchar los salmos pronunciados por Jesús y por su cuerpo místico. El mismo Espíritu que inspiró los salmos como repertorio de oración movió y alumbró a Ignacio al componer sus Ejercicios: el mismo Espíritu reside activamente en el cristiano, animando su trabajo.