El proceso de conversión de Charles de Foucauld no fue fácil, como el lector podrá comprobar. Pero poco a poco el Espíritu de Jesús de Nazaret lo fue cincelando hasta lograr de él un testigo que mostraba el rostro de su Maestro. Otro Francisco de Asís de nuestro tiempo. Y en esto, el desierto tuvo un lugar central. Primero el desierto físico, el Sahara, con sus habitantes, de un modo especial los tuareg. Después el desierto interior hasta morir entregando la vida por sus amigos.