La misión es fundamentalmente el don de los cristianos al mundo. El Señor que nos envía al mundo quiere que rompamos con la resignación que tantas veces percibimos y vivimos. Se trata de volver a oír hoy de nuevo la llamada de Jesús y de llenarse de confianza en que el Evangelio de Jesús –hoy como hace dos mil años– es fuente de vida y toca los corazones de las personas.